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- Escrito por David Collis
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Bom dia, señor. ¿Vocé viu uma cegonha preta? El caminante no pudo evitar dar un pequeño respingo ante la inesperada irrupción de esas palabras que le habían llegado por la espalda con la rapidez del vuelo rasante de un aguilucho lagunero. Giró la cabeza y se encontró con el rostro sonriente de una señora menuda y bajita; llevaba la cabeza cubierta por la capucha de un chubasquero rojo que a todas luces le quedaba holgado. Sus chispeantes ojos se ocultaban tras unas gafas de cristales gruesos y montura verde.
Él nunca había visto una cigüeña negra pero había escuchado hablar sobre ella. Era de un tamaño algo menor que la blanca y casi todo su cuerpo estaba cubierto por un plumaje negro con irisaciones metálicas verdes y moradas. Sabía que no era imposible verlas en la zona porque alguien le había comentado, semanas atrás, que la había fotografiado en un humedal no muy distante de donde se encontraban.
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- Escrito por David Collis Luque
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Tenía ante sí un hermoso ejemplar de águila calzada, de pecho y vientre blancos, poderoso pico y unas largas y estrechas alas cubiertas por un plumaje de tonos pardos. El caminante no esperaba encontrarla a tan escasos metros; alguna vez le había parecido verla sobrevolando el cielo de la marisma, probablemente en su vuelo migratorio hacia el África subsahariana. Sabe el caminante que las aves planeadoras necesitan rutas migratorias que impliquen menos distancia de vuelo sobre el mar y el cercano estrecho les ofrece una vía inexcusable. Allí estaba ella, bajo la sombra de un árbol, entregada al despiece e ingestión de lo que parecían ser los restos de un conejo o una liebre. Con muchísima cautela sacó la cámara de la mochila e hizo algunas fotografías. El águila lo miró, calibró con desdén el improbable riesgo y continuó devorando a su presa.
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- Escrito por David Collis
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El caminante se adentró por la angostura, un sendero arenoso y estrecho, rodeado de huertas de regadío y explotaciones ganaderas; en las proximidades un río acogía en sus orillas cañaverales y juncos. No habían pasado treinta minutos desde que recibiera la llamada telefónica de una amiga parisina que, con un ligero tono de alarma en la voz, le solicitó que saliera a su encuentro. Era domingo por la mañana y sabía que ella acostumbraba a caminar por el campo; alguna vez la había acompañado. Por un instante, pensó que podría haber tenido algún accidente y no dudó en dejar lo que estaba haciendo en esos momentos para buscarla, no sin antes coger la mochila, en cuyo interior tenía las dos cámaras de fotos, con las baterías cargadas. Conocía la zona, no hacía mucho había estado por allí fotografiando nidos de cigüeñas, construidos primorosamente sobre depósitos de agua o torres eléctricas con ramas secas, tierra, musgo, hierba o estiércol. Le contó un vecino al caminante que esos nidos los reutilizaban las cigüeñas de un año para otro, aumentando en peso y en tamaño. Primero llega el macho y pocos días después la hembra, le dijo el vecino.
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- Escrito por David Collis
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Se abre paso el caminante por un sendero estrecho y apenas transitado que desciende hacia la carretera. Tiene entendido que bajo sus pies perduran aún piedras de lo que fue calzada romana; el pasado se asoma entre las grietas del presente, del mismo modo que avanza la vegetación invasora en algunos tramos del lienzo de muralla que despunta sobre la cabeza del caminante, conforme va dejando atrás el pueblo. En el descenso, atraviesa el caminante un bosque de pinos y acebuches; es un camino sinuoso y sombreado, salpicado de vinagreras, lentiscos, palmitos…está próximo el mes de abril y en algunos tramos se va extendiendo el amarillo del jerguen, como poderosos rayos de sol que penetraran en la espesura del bosque.
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- Escrito por DAVID COLLIS LUQUE
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El caminante se detuvo una mañana a desayunar en un bar de una localidad próxima a la marisma y allí trabó conversación con unos señores que tomaban café a su lado. Mire, por allí va el vuelvepiedras. El caminante giró la cabeza; una figurilla humana de cuerpo menudo, ojos pequeños y rostro sonriente descendía con paso ligero por la calle situada justo enfrente del bar, una calle adoquinada y de pendiente muy pronunciada. El caminante les había contado minutos antes que esa mañana iría a la marisma para intentar tomar unas fotografías de los vuelvepiedras, unas aves limícolas de pequeño tamaño, patitas anaranjadas y un pico corto en forma de cuña que utilizaban para voltear piedras pequeñas bajo las cuales encontraban alimento, insectos, pequeños moluscos y crustáceos.
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- Escrito por David Collis
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En agosto acostumbra el caminante a pasear, durante la caída de la tarde, por un sendero que discurre paralelo a la costa. Es una zona fronteriza entre tierras de cultivo y suaves sistemas dunares que rompen, como olas de arena, en playas insólitamente vírgenes. Durante el recorrido suele cruzarse con otros caminantes y con algún ciclista. La luz es delicada y envolvente, una luz que es silencio, que es invitación al recogimiento, una luz que se va apagando gradualmente, desdibujando los contornos del día. En ocasiones se detiene un rato junto a una torre vigía del siglo XVI construida con piedra ostionera, desde cuyo interior le llegan los sonidos de las palomas que hoy la habitan, el agitado silbido de sus alas y su arrullador zureo.
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