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EL AMOR EN LA POESÍA DE GARCILASO DE LA VEGA 

Pocos temas hay en realidad en la recurrencia de la Historia de la Literatura: el amor, el dolor, la muerte, el transcurso amenazador del tiempo… El primero y el segundo podemos apreciarlos muy a fondo en la vida poética del poeta renacentista Garcilaso de la Vega (1503- 1536), el poeta- soldado, el sincero autor de los versos de amor más sentidos y auténticos de la Literatura española.

Leyendo su obra, observando su trayectoria vital, una no deja de pensar qué pasaría por la cabeza del autor en los últimos momentos de su vida, la muerte le sobrevino en lenta agonía durante una hazaña caballeresca, mientras subía la torre de Muy en Provenza, tenía 33 años. ¿Qué pensaría? ¿Se sentiría tranquilo al fin reconociendo su inminente encuentro con la ausencia de su destacada amada? ¿Estaría dichoso de morir arriesgando la vida por su otra pasión, las armas?

Era Garcilaso un hombre comprometido, de rancio abolengo, entregó su vida por las letras y las armas en un tiempo en el que el Humanismo era la filosofía modélica y en ambos campos se dio completo, apasionado, fue gran amante de diversas mujeres, gran padre, tuvo muchos hijos, mejor amigo, de todos es conocida su gran amistad, profunda y desentendida con Juan Boscán, participó en múltiples campañas militares regidas por la corte y en todas ellas triunfó, mostrándose valiente y enérgico.

Pero de todas sus aristas, tenemos que destacar su entrega poética al tema del amor. Aquí elevó el soneto a poema estrófico representativo del sentimiento amoroso, lo mismo hizo con la referencia mitológica como tema personal e íntimo, aquí entendió la delicadeza y apasionamiento como una obsesión bucólica y platónica.

Garcilaso piensa, Garcilaso abre su corazón y comparte como ningún otro su sentir, se rodea para ello de belleza y de calma, de sonidos limpios, de colores claros, donde la naturaleza y la vida sencilla son los únicos testigos, respetuosos, mudos, de sus declaraciones, que pone en boca de pastores. Ellos representan sus diversas facetas, caleidoscópicamente entramos en sus recovecos vitales, siempre de manera honda y verdadera. 

De entre las distintas damas a las que Garcilaso amó, destaca por tener una constante presencia en sus mejores versos, la dama portuguesa doña Isabel Freyre, camarera de la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España. Dicen que nuestro poeta quedó prendado de ella nada más verla, tal era su belleza y compostura.

 

Contigo, mano a mano

busquemos otros prados y otros ríos,

otros valles floridos y sombríos,

donde descanse, y siempre pueda verte

ante los ojos míos,

sin miedo y sobresalto de perderte.

 

Pero la sombra de la desgracia siempre rondó este amor, primero no correspondido por ella, se casó con otro, sumiendo en tristeza el sentimiento de Garcilaso, y más tarde, con la llegada de la muerte, doña Isabel muere al dar a luz a su tercer hijo, con lo que nuestro poeta la pierde para siempre.

Cuando Garcilaso está prestando servicio en la corte napolitana, su influencia poética dará un giro inesperado y alentador para sus admiradores. Influido por el sentido de la poesía de Petrarca, el poeta italiano, se adhiere al estilo de la imitatio, esto es, emula el estilo, estructura y tópicos de este autor, se centra en el verso de arte mayor y riega su sentir amoroso del más puro platonismo. En sus sentimientos canta al amor abstracto, idealizado.

Se introduce en un mundo arcádico donde los colores y sonidos invitarán a la reflexión y entonces sus personajes abrirán sus corazones profundizando en cada cara del sentir amoroso, mientras están rodeados de una naturaleza increíble, casi irreal, que acompaña la soledad y el dolor al que son sometidos los personajes.

LOCUS AMOENUS, TÓPICO RENACENTISTA DE LA NATURALEZA IDÍLICA

Su poesía es sincera, no forzada, siempre verdadera. El poeta quiere contar lo que le pasa, pero discretamente, con calma. Es la delicadeza y la dulzura más la autenticidad lo que destaca en su expresión. En este sentido, las propias figuras retóricas también huyen de la afectación: aliteraciones, repetición de sonidos que hermosean y suavizan sus versos, epítetos, naturales y delicados, hipérbatos, suaves, sencillos, nada retorcidos, metáforas, asimismo que recuerdan paisajes idílicos, plasticidad.

Es la melancolía que transcurre despacio por la vida, desarrollada en su “doloroso sentir”, vivo.

 

COPLA VIII

Nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.

Porque la gloria de veros
en ese punto se quita
que se piensa en mereceros;
así que, sin conoceros,
nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.

 

SONETO V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

 

Esta delicadeza amorosa del sentimiento triste, aunque placentero, se muestra claramente en la gran obra garcilasiana: las Églogas, aquí vemos expresado en forma histórica el camino de su relación sentimental con Isabel Freyre, aquí vida y poesía aparecen unidas e inseparables. Aquí es donde el sentido poético petrarquista toma razón de ser y nos hace entender cuanto le pasa al poeta Garcilaso.

Su historia personal divide su obra en dos: los poemas in vita y los poemas in morte imitando el Canzionere petrarquista.

Para el dolor por la muerte de Isabel, nuestro autor elige la Égloga, subgénero lírico de raíces clásicas y temática amorosa encarnado en pastores que viven en un ambiente bucólico. Garcilaso escribió tres Églogas. Isabel será la Elisa de la I y de la III, a ella llora en boca de su alter ego, el pastor Nemoroso.

En la Égloga I vemos sus amores desarrollados en dos facetas: primero el desdén, el rechazo a través de Salicio, personaje pastor. En segundo lugar, estará la pérdida, la muerte, expresada en el discurso de otro pastor, Nemoroso.

¿Quién me dijera que habría de ver venir el triste y solitario día que diese amargo fin a mis amores?

En la Égloga III, escrita en octavas reales, recurre a la mitología para expresar el dolor de la pérdida y la frustración, lo hace también en el memorable soneto A Dafne. Estamos sin duda ante los versos más bellos y expresivos del autor, representados a través de las  historias mitológicas que hemos admirado artísticamente.

En la Égloga III, podemos imaginar la calma y plasticidad de las imágenes que ilustra el poeta con sus palabras. Las ninfas, al lado de un río de aguas claras, tejen tranquilamente tapices que representan escenas de la mitología clásica, con las imágenes se ilustra la vida del autor. Entonces aparece Apolo, perseguidor desesperado del amor de Dafne a la que jamás podrá tener pues hay una transformación, la de ella, en un árbol, que los alejará para siempre, la de Isabel, en polvo, que lo arrastra al dolor de lo imposible,

Garcilaso quiere traerla a la vida, como Orfeo a Eurídice, pero sigue sin poder hacerlo, pues en realidad eso es imposible y en el mito, también.

El poeta debe pues resignarse a continuar llorando su amor perdido, aunque no por ello abandona la belleza de la expresión cuidada, la imagen mitológica y el puro y hondo sentimiento.

 

…Más al fin los brazos le crecían

y en sendos ramos vueltos se mostraban;

y los cabellos, que vencer solían

al oro fino, en hojas se tornaban;

en torcidas raíces se extendían

los blancos pies y en tierra se hincaban;

llora el amante y busca ser el primero,

besando y abrazando aquel madero….

 

Égloga III, Estancia 21, Garcilaso de la Vega.

DAFNE Y APOLO, BERNINI

Figurado se vía ostentosamente

el osado marido, que bajaba

al triste reino de la escura gente

y la mujer perdida recobraba;

y cómo, después desto, él impaciente

por mirarla de nuevo, la tornaba

a perder otra vez, y del tirano

se queja al monte solitario en vano.

 

Égloga III, Estancia 18, Garcilaso de la Vega.

ORFEO Y EURÍDICE, RUBENS

 

¿Qué pensaría Garcilaso antes de morir? ¿Dedicaría su pensamiento último a Isabel? ¿Se vería cercano a ella por fin? ¿Disfrutaría de esta dicha?

En cualquier caso, y platónicamente probablemente sí dedicaría sus últimos pensamientos al AMOR. La posteridad lo ha hecho, Alberti con su Elegía a Garcilaso, Miguel Hernández con su Égloga, Bécquer que lo mencionó como el tipo completo del siglo más brillante de nuestra historia, Cervantes, que lo nombra en su obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

No sabemos qué pasó por la cabeza del poeta del amor en la lenta agonía de su muerte, no lo sabemos, pero sí entendemos qué pasó por la cabeza de todos los que lo han leído, de todos cuando aún hoy lo leemos.

 Vive aún, este poeta del amor, vive entre las cosas que nombró, en la literatura que escribió, vive en el concepto universal y atemporal del amor que él mismo creó pegado a la vida, siempre.

 

... antes de tiempo y casi en flor cortada.

 GARCILASO DE LA VEGA.


Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría
.

Rafael  Alberti,   Elegía a Garcilaso.