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Me dirijo a aquellas sórdidas voces que hacen eco en los pensamientos más íntimos. A la percusión que resuena en las paredes del antiguo caserío del pueblo, donde entre barrotes las chicas contemplan los verdes prados esperando la buena nueva. Aguardando a ese cotilleo mañanero que dejó la perturbada noche, a ese amorío ilícito, agreste e invertido a toda moral conservadora. Estigmas como jaulas que encarcelan a los presos, clasificados por pabellones, enumerados por letras y números que quedan archivados en fichero del registro civil, como el ternero recién nacido marcado por el fierro quemador de un honor perdido.

Me pregunto qué dirán esas sombras que me conducen al abismo, a la caída sostenida por la blanca soga envuelta en el rojo del dolor. En la irritante quemazón que me produce esta presión que no me permite el flujo del aire con total libertad. Pero aún estoy a un centímetro del precipicio, en el borde de la silla, las cuatro patas que me mantienen con vida, aún no se ha tomado decisión. Ahí, casi viendo mi vida pasar ante mis pupilas, lo pude ver, esa sonrisa, ese sentimiento de emoción, de placer. Sí, fui feliz, no sé cuándo, pero estoy seguro de que aquel pecado que cometí se halla entre esos momentos, y lo repetiría ciento y un mil millones de veces, no me arrepiento. No fue un error expresar lo que sentí, no fue un error amar a quien no debí, no fue un error sentir ese placer. Porque errar es humano.

 Esas sórdidas y huecas frases que hablan mal de ti no son castillos de piedras, solo es arena, mentiras disfrazadas de verdades. Has de sobreponerte, ser esa verdad desnuda, esa ola que derriba la prisión. Mira hacia el frente y obsérvate, no has de pensar que estás por debajo de tu vecino. Coge una aguja y haz explotar esa burbuja, esa pompa vana que mira al prójimo por encima del hombro. Somos seres semejantes, llenos de infinitas posibilidades; ya ha habido suficiente sufrimiento, tantos engaños, tantas mentiras, tanto pesar. Di no, no cedas a la opresión, hay nuevos horizontes al otro lado del valle, nuevas experiencias. Vívelas, porque los estigmas temen lo nuevo, en cambio tú lo abrazas.

Estanis Castrillón Román. 2º Bachillerato AB