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Abrimos este curso 20-21 con una buena reflexión hecha por un alumno acerca de la dificultad de ser libres. Texto inspirado en la lectura del poema de Cernuda: Si el hombre pudiera decir.

 

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz,
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba,
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío,
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta,
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia,
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

                   LUIS CERNUDA, Los placeres prohibidos, 1931

 

La  Belle Societé: René Magritte (1965- 66)

Cuando despojas al hombre del sentimiento de libertad

Soy de aquellos que piensan que si el hombre pudiera ser libre se ahogaría en la tristeza de añorar su libertad. Somos seres dependientes, influidos por múltiples factores que determinan cómo será nuestro camino desde que nacemos hasta que dejamos atrás este disyuntivo mundo donde sus supervivientes siguen aferrándose a la salvación. Pacientes deterministas, controlados por los hilos de los poderosos. Ellos nos atan y hacen danzar como títeres inanimados, arrastrados por las circunstancias. Esperando a que tú me desates, para nunca más estar preso en la realidad diaria, en la rutina, a sus órdenes. Inhibidos del exterior, sentidos retraídos y atrofiados por luces cegadoras, estrepitosos tañidos y trápalas máscaras. Nos confunden, nos aturden. Tú, ser amado física y espiritualmente, despierta y acompáñame; corta estas cadenas, levanta mi mirada, desnuda mi cara y toca deliciosas armonías para mí. Ambos, presos del libre albedrío, encadenados, nos consolamos, aferrados el uno al otro. Pero te sigo esperando, quizás nuestras acciones sean una culpa compartida. Porque tú eres el residuo de estas paredes, que, durante estos años de cruel y fascinante existencia, he construido, quizás sólo para protegerme. Soñamos con puentes y cielos etéreos; luchamos, creamos y construimos. Más un solo hombre no es capaz de cambiar el destino, solo su propio sino dentro del establo. Es la humanidad, el ser más frágil; ella es capaz de cambiarlo todo. Porque en cada una de las hormigas obreras aún yace encadenada la libertad, en lo más profundo, aguardando, llorando.

Creemos ser seres carentes de libertad propia, pero tú solo puedes dejar de ser humano cuando te despojen el sentimiento de libertad.

Estanis Castrillón Román, 2º de BACH AB