Sunny y yo somos muy buenos y nos conocemos desde hace mucho tiempo. Él tiene el pelo negro como el carbón y los ojos como zafiros con una mirada neutral que no expresa apenas sentimientos. Él y yo siempre vamos a la biblioteca, pues es un lugar tranquilo donde no hay mucha gente como le gusta a él, porque no es muy sociable. A Sunny no le gusta la gente.
Siempre nos encontramos en la biblioteca, él siempre está ahí cuando yo llego, en el fondo de la habitación, a la derecha, en un rinconcito oscuro. Él es muy amable y divertido, pero la gente no parece comprenderlo, siempre lo miran raro, aunque la verdad no me importa lo que piensen. Sunny siempre trae su violín y toca cuando no hay nadie. Me da mucha paz y tranquilidad oírlo, pero eso me recuerda a algo.
Papá y mamá dicen que eso ya paró, pero ese recuerdo siempre se repite una y otra vez. Siempre lo recuerdo y no puedo evitarlo:
Sunny y yo estábamos en el primer piso, mientras él tocaba su dulce melodía, comenzamos a discutir, de repente algo se apoderó de mí y empecé a tener impulsos extraños. Esa cosa dentro de mí lanzó a Sunny por las escaleras. Aún puedo verlo retorciéndose en el suelo, lleno de heridas graves en su cuello causadas por el violín.
Todos dicen que murió, pero él y yo sabemos que no fue así, está vivo. Es una lástima que nadie más que yo pueda verlo.
AXEL BERNAL, 3º ESO D