Los más pequeños manejan pantallas táctiles de forma natural y han crecido conociendo como parte de su entorno los dispositivos electrónicos e Internet. El teléfono ofrece a los padres la gran ventaja de estar en contacto con el menor, pero también es la puerta de entrada de algunos riesgos para la seguridad y la privacidad de los datos personales del niñ@ e incluso de su propia integridad física y psicológica. Es un dispositivo que siempre le acompañará, que almacenará sus datos e información personal a la que podrán acceder terceros y que irá acumulando datos de otras personas como amigos, profesores, familiares, etc. A esta situación hay que añadir que no siempre podrá contar con la supervisión de un adulto.
Hasta ahora los datos de navegación del niñ@ estaban asociados a la identidad de un adulto, ahora será el propio menor quien utilizará su dirección de correo electrónico y número de teléfono para identificarse en su terminal y acceder a determinados servicios (la instalación de aplicaciones y el uso de servicios exige la existencia de una dirección de correo electrónico). Esta información puede identificarle y estar a disposición de terceros para diferentes fines, que pueden incluir, por ejemplo, el envío de publicidad personalizada. Por ello, tal vez, interese añadir la información del niñ@ en un fichero de exclusión (como las Listas Robinson de Exclusión Publicitaria) para el envío de comunicaciones comerciales, evitaremos en gran medida que personas desconocidas puedan dirigirse al menor para ofrecerle productos u ofertas a través de llamadas telefónicas o mensajes de cualquier tipo.
Cuando hablamos de los datos personales del niñ@ hay que tener en cuenta que no se trata únicamente de su nombre, apellidos, correo electrónico, número de teléfono, etc. Además, entre sus datos personales se encuentran también los que son recogidos por las cookies (son ficheros que utilizan los sitios web en los que se almacena nuestro usuario, nuestra contraseña y nuestras preferencias para adecuar la publicidad de estos sitios a nuestros hábitos de navegación), la información de las búsquedas, el historial de navegación que genera, sus perfiles en las redes sociales, sus datos de ubicación, etc. En definitiva es el momento en el que su identidad digital empieza a perfilarse a la vez que desarrolla su personalidad.
Es fundamental hablar con nuestros hijos o alumnos para concienciarles de la importancia de sus datos personales y de los del resto de personas con las que intercambian información. Una adecuada convivencia digital redundará en lo que podríamos denominar «salud digital», evitando problemas que puedan repercutir en su normal desarrollo.